EL DESTINO DE NUESTROS RÍOS - Revista Cahuide

domingo, 14 de julio de 2019

EL DESTINO DE NUESTROS RÍOS



Por: Jherson Bustamante

Los ríos en nuestra Amazonia constituyen un elemento de vital importancia para los pueblos indígenas que viven a sus orillas. Incluso antes de la instauración de la república criolla, se erigían como la principal fuente de alimentos y de vida. Sin embargo, también han sido objeto de innumerables luchas, atrocidades, sepultura de sueños...Las razones son muchas: desde aspectos culturales hasta sustento económico. Sin embargo, a pesar de todo, se han mantenido vivos, salvajes, indomables, siempre amigos de los que los que lo rodean, de los que lo cuidan.

Como es sabido, los ríos son –las únicas– vías de comunicación que une distintos lugares de la Amazonia, permitiendo la salida de productos locales y asegurando la subsistencia de muchos con el comercio. No obstante, existe un gran riesgo cuando el caudal fluvial disminuye, pues las grandes embarcaciones encallan debido a la poca profundidad, entorpeciendo todo tráfico e intercambio. Ante esta situación, el Estado ha planteado una posible “solución” denominada la Hidrovía Amazónica. Durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski se concesionó a Cohidro (alianza de la empresa china Sinohydro corporation y CASA – Construcción y Administración S.A) la construcción de la hidrovía amazónica que comprende el dragado de los ríos Marañón y Amazonas, tramo Saramiriza – Iquitos – Santa Rosa; río Huallaga, tramo Yurimaguas – Confluencia con el río Marañón; río Ucayali, tramo Pucallpa – confluencia con el río Marañón, con una inversión de US$ 94.7 millones. El tiempo de la adjudicación del proyecto es de 20 años. La finalidad es, como ya lo anticipé líneas arriba, habilitar los ríos, para que sea posible que embarcaciones de gran tamaño naveguen por ellos en una zona geográfica en la que la construcción de carreteras es complicada.

Para ir entendiendo un poco más el tema, voy a hacer una sucinta aclaración sin perder el hilo: el denominado dragado es una actividad que consiste en extraer arena, barro y/o piedras del fondo de un río para ganar profundidad y convertirlo en apto para la navegación navegable. El estimado de ancho sería un mínimo de 50 metros. Para el entonces Ministro de Transportes y Comunicaciones, Bruno Giuffra, este proyecto, es un “gran paso para la Amazonía. El plan debe entenderse como la hidroconexión amazónica por las oportunidades que esto va a suponer para el desarrollo de los pueblos”. Pero, como reza aquel viejo refrán popular, del dicho al hecho hay mucho trecho. Veamos el porqué.

Un discurso bonito cargado de mentiras

Nuestros pueblos amazónicos, eternamente olvidados y socialmente segregados, han sabido afrontar los embates de nuestros gobernantes, que, cuando se acuerdan, quieren imponer su aparente desarrollo a cualquier costo (ejemplo de ello es la remembranza del “baguazo”). Para nuestros gobernantes, desarrollo significa la entrega desmesurada de nuestros recursos naturales a cambio de migajas, de daños irreversibles ocasionados a la naturaleza. Para entender de lo que hablo, solo basta darse una vuelta por Cerro de Pasco o Cajamarca. En cambio, para los pueblos originarios de la Amazonia, desarrollo implica todo lo contrario. Tiene que ver con incrementar su calidad de vida sin dañar la naturaleza que los rodea, ya que esta es su principal fuente de subsistencia. La forma de ver el mundo (en otras palabras su cosmovisión), siempre ha sido distinta y he ahí el conflicto.

Para el proyecto de la hidrovía, se hizo la consulta previa, en la cual se llegaron a 60 acuerdos que contempla la inclusión de los sabios en la elaboración del estudio de impacto ambiental detallado; sin embargo, como denuncia la organización Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), “la transparencia en la información y el enfoque intercultural para un buen proceso de participación ciudadana no se han visto reflejados en el desarrollo del EIA-d”, a pesar del carácter obligatorio según nuestra legislación nacional y los convenios suscritos (Ley Nº 29785, Convenio 169 OIT). Asimismo, otra justificación alrededor de la mentada hidrovía es la posible generación de empleo, como se mencionó en el taller de noviembre del pasado año; empero, ningún indígena profesional formó parte de las brigadas de campo. Para el trabajo realizado en los ríos, solo se requirieron un poco más de 500 locales, de los cuales 28 provenían de comunidades nativas.

El impacto

El Perú parece una fábrica de conflictos. Al inicio del 2019, la Defensoría del Pueblo dio a conocer que existen 183 conflictos, de los cuales, 135 están activos y 48 latentes. La apertura de la hidrovía amazónica no es ajena a esta luctuosa realidad. En efecto, la principal vía para la construcción es el dragado. Esto afectaría gravemente la red trófica y reproductiva de los peces, principal fuente proteínica para la seguridad alimentaria de las comunidades. Comparten esta preocupación las organizaciones como Wildlife Conservation Society, cuyos voceros sostienen que la mortalidad de huevos, larvas y peces juveniles es inminente; además de la perturbación de zonas de desove y alimentación. Esto ha generado que las comunidades de influencia directa se opongan al dragado de los ríos. El Estado, por su parte, no va a dar marcha atrás porque jamás ha sabido tomar en cuenta la voluntad de los que se sienten afectados. ¿A caso esperan otro Baguazo?

El pasado 20 de mayo, SENACE admitió a evaluación el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto Hidrovía Amazónica. Un dato que no podemos dejar pasar, ya que ha sido rechazado una vez. Como vemos, el destino de nuestros ríos está en juego y al parecer hay una despreocupación generalizada. La afectación a la selva peruana es latente, pero nadie le toma importancia. La dieta y salud de las comunidades indígenas puede ser gravemente afectada, pero el debate son los mandiles rosados.

Chachapoyas, 14 de julio del 2019

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