Revista Cahuide

jueves, 23 de abril de 2020

Nuestro-eterno y deficiente-sistema de salud
abril 23, 20200 Comments

Imagen que contiene el arte final de la campaña de prevención de Coronavirus. Se incluye la identidad gráfica del Ministerio de Salud.

Tal cual como sucede con la educación, el sector salud siempre ha sido uno de los talones de Aquiles del Perú. Una ladilla incisiva que impide la consolidación de eso que llamamos progreso. Es cierto que, en los últimos años, la bonanza económica impulsada desde el 2007 dio ciertos frutos. En lo que respecta a la educación, es posible apreciar modernas estructuras en las instituciones emblemáticas (principalmente en zonas urbanas), mejores sueldos a los maestros, la consagración de los Colegios de Alto Rendimiento y una ligera mejora en el ranquin internacional en cuestiones básicas como comprensión lectora, análisis matemático y ciencias[1]. No obstante, Roma no se construyó en un día y es necesaria más capacitación a los profesores, dotar a las instituciones escolares de las zonas rurales con tecnología de comunicación y acceso a internet, estructuras eficientes y adaptadas al entorno natural, educación intercultural y bilingüe orientada en particular a los numerosos y desperdigados pueblos indígenas de nuestra patria, entre otros aspectos.

Empero, si el asunto de la educación actual siempre ha sido una tarea pendiente y uno de nuestros obstáculos que socavan un desarrollo constante y palpable para la patria (educación que en algún momento tuvo un nivel respetable como en la época de la Primavera Democrática y hasta inclusive durante la 1 fase de la Junta Militar; no, no soy velazquista); ¿qué podemos decir del sector salud? No muchas cosas más agradables, desde luego. En mi opinión, el Gobierno, con todos sus errores y desaciertos, actuó con responsabilidad desde que el primer caso de coronavirus se confirmó en el Perú el pasado 6 de marzo. No obstante, las cifras, que en los primeros días iban dentro del promedio normal, terminaron por dispararse e incrementarse a niveles insospechados. Al 23 de abril del 2020, el Perú es el segundo país de Sudamérica en contagiados. Si bien se ha dicho y especulado en los medios y redes sociales que la responsabilidad es de las personas que no tienden a cuidarse y se exponen e incumplen el resto de normas dictadas desde que empezó la cuarentena; en realidad, sostengo, que la verdadera causa de este incremento en número de contagiados se debe al pésimo nivel del sector salud, tanto a nivel organizacional, como en bienes e infraestructura. Dicha suma acabó por postrar al país ante un enemigo invisible y microscópico que ni siquiera ostenta el título de ser considerado un ser vivo (¡vaya humillación!).

Desde luego, esto no es responsabilidad absoluta del gobierno del presidente Martín Vizcarra. Es un fenómeno de larga data y que nos ha perseguido en todo el devenir histórico de la república. Siempre creímos que bastaba una estructura cercana a casa para así poder llegar a tiempo ante algún percance en nuestra salud; así como profesionales más instruidos sobre quienes recae la responsabilidad de velar por la vida. Empecemos por la parte estructural la cual, si bien no es escasa en el país, se halla centralizada en Lima y pierde toda efectividad en un país donde las barreras geográficas y culturales siempre han sido la piedra en el zapato. Asimismo, nunca es suficiente ya que todo nosocomio tiene un límite de capacidad, en particular en lo que refiere al espacio en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde en las últimas semanas arribaron pacientes no solo contagiados por coronavirus, sino a causa de las siempre presentes y variopintas patologías o accidentes que padece un ser humano. A eso hay que sumarle los bienes necesarios como los respiradores, de los cuales no hay suficientes para preservar la vida del infectado, conduciéndolo hacia una rápida mejoría. Finalmente, el contrato de muchos médicos extranjeros (principalmente venezolanos y que despertó una oleada de los típicos comentarios xenofóbicos en los asiduos a las redes sociales), reveló que el país adolecía de suficientes médicos preparados para resistir una pandemia.  

Ahora debemos examinar otro punto interesante: las estructuras inexistentes. Sí, esos hospitales que nunca fueron y cuya ausencia se siente muy bien en las barriadas de los conos de Lima o en la mayor parte de las zonas rurales a lo largo y ancho del país. ¡No es ninguna novedad!, pues, cuántas veces un pariente, amigo o conocido enfermo ha tenido que desplazarse horas y días hasta el nosocomio más cercano y, una vez allí, esperar en los pasillos hasta que haya disponibilidad en las camas porque la capacidad quedó rebasada. Este aspecto es el que ningún Gobierno ha atendido, ni siquiera el último (tengamos en cuenta que el coronavirus empezó a asomarse en las noticias con más fuerza desde finales de diciembre del 2019 y se le vio como un fenómeno lejano y se le subestimó). No, nunca ha existido ningún plan de contingencia. Y si lo hubo, la actual crisis revela que fue ineficiente. Tal parece que la bonanza económica solo sirvió para que los peruanos se endeuden a través del crédito, paguen un colegio o universidad más cara, compren un televisor más grande o llenen las arcas de los políticos siempre mal elegidos por nosotros mismos. Esto último, es pertinente pues, ¿nadie se acuerda ahora del “faenón” que implica para varios funcionarios públicos (coludidos con malos profesionales), una obra de grandes proporciones a la cual se multiplica los millonarios precios de su construcción antes de iniciarla o en el transcurso de esta? Verbigracia: el Hospital II de Moyobamba, el cual tardó en concluirse unos 2 mil 168 días. ¿Se empezará a explotar los colmillos de marfil de este elefante blanco a raíz del coronavirus o se gastará 140 millones más en equipos y muebles?

Eso me lleva a otra incertidumbre: ¿es necesario que exista un plan de contingencia frente a lo que es un derecho? Es decir, el derecho de gozar de un buen sistema de salud, humano, atento y eficiente; ora en tiempos de crisis, ora en tiempos de bonanza y avenencia. Salvaguardar la buena salud de una nación en caso de desastres jamás debe considerarse un favor que el Gobierno de turno nos hace. Mucho menos algo que se deba preparar en última instancia. Tal postura se puede extrapolar a diferentes esferas y ámbitos de nuestra realidad republicana reciente: los huaycos e inundaciones que azotaron la costa del país hace tres años también nos refregaron por la cara aquel quimérico e hipotético progreso del que tanto se ufanan y jactan los gobernantes o las familias burguesas, donde nunca falta una comida abundante o un buen televisor para gozar del moderno circo romano (el fútbol). Definitivamente, no importa cuántas extensiones de cuarentena más vengan, siempre estaremos poco preparados. Y no solo en el sector salud, sino tal parece a la hora de afrontar retos educacionales y académicos o de pervivir frente a algún desastre natural. Esperemos que, para los que salgamos vivos de esta, nos sirva de ejemplo para optar por gobernantes más competentes y que miren hacia el futuro, sin planes demagógicos con tintes románticos. Provecho hasta el 10 de mayo, coterráneos…


Tupamaru Olaya
Chachapoyas, 23 de abril del 2020



[1] Ver resultados Prueba PISA en: http://umc.minedu.gob.pe/resultadospisa2018/

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martes, 31 de marzo de 2020

El coronavirus a la peruana
marzo 31, 20200 Comments


Por Tupamaru Olaya:

Y así llegamos al 31 de marzo del año 2020. Con casi todo el mundo paralizado y en suspenso. Y no solo a nivel de salud proviene esta incertidumbre, sino que muchos peruanos (y seres humanos alrededor del orbe, para ser más claros), ven cómo todos sus planes, proyectos, trabajos y economías se derrumban ante el avance de un organismo, el cual ni siquiera está clasificado como ser vivo.

Sin embargo, lejos de todo esto, en Perú se han tomado las medidas pertinentes en medio mes y los resultados, si bien no excelentes, probablemente son más optimistas que en países vecinos como Ecuador o Chile, donde la cifra se ha disparado y el sistema de salud colapsó. A pesar de que muchos peruanos han desacatado las leyes y se han enfrentado a los representantes de las Fuerzas Armadas (con el correspondiente castigo que implica llevando al cese de actividades a las 16 horas en las cinco regiones más indisciplinadas de la región) los logros son palpables. A menos de un mes desde la identificación del primer caso, llevamos prácticamente solo la quinta parte de lo estimado de no haberse tomado las previsiones indispensables. Y aunque la cifra es desalentadora, pues además se cuentan varios fallecidos y contagiados como policías y otras miembros de las fuerzas del orden, es relativamente menor a los índices mostrados en otras zonas donde se subestimó los efectos perjudiciales del virus.

Poco más de 1000 infectados al día de hoy; esperemos que se mantenga una inclinación en la curva y mejor aún, que se continúen instalando más centros de recuperación para todos los peruanos, así como la adquisición de muchos otros respiradores. Finalmente, no podemos omitir los errores: el bono que aún muchos peruanos no cobran o no cobrarán jamás por no hallarse empadronados acorde a sus paupérrimas realidades, la corrupción en algunas municipalidades, la violencia de ciertos agentes de las fuerzas armadas que confunden seguridad con abuso de autoridad, la falta de difusión de la información fuera de medios digitales, el embrollo en torno al retiro de las AFP ( a lo cual, sus representantes parecen que haberse opuesto (no tan salido de la realidad porque significaría su quiebre absoluto, aunque tampoco defiendo a estas instituciones, abortos del fujimontesinismo) y, unos de los temas que ha generado más suspicacias…el inicio de clases en colegios, institutos y universidades de todo el país. Pero eso es otra historia…por ahora, quédate en casa.

Chachapoyas, 31 de marzo del 2020 


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lunes, 13 de enero de 2020

¿La primera guerra de la década de los veinte del siglo XXI?
enero 13, 20200 Comments





Por: Tupamaru Olaya

A inicios del 2020, las noticias a nivel mundial parecen tener una constante después del hastag: Irán. No es la primera vez que estadounidenses e iranís protagonizan incidentes que llevan al filo las relaciones internacionales y al mundo a la sombra de una nueva guerra cuyas consecuencias podrían ser desproporcionadas. No obstante, interpretar el magnicidio de Qasem Soelimani (era el segundo al mando en la jerarquía político militar iraní), como un hecho aislado no servirá. Para ello, es necesario que nos remontemos más de medio siglo atrás e ir escalando cronológicamente hasta la actualidad.

Hacia la década de los cincuenta del siglo pasado el imperio colonial inglés estaba ya en decadencia. Sin embargo, aún conservaba el control sobre las reservas de petróleo en territorio iraní y en sus alrededores. Pero todo cambió el 20 de marzo de 1951, cuando Mohammad Mosaddeq, primer ministro elegido democráticamente, nacionalizó el petróleo. Como era de esperarse, con apoyo de Estados Unidos y la CIA, el gobierno de Londres orquestó un golpe de estado con éxito.  Mosaddeq fue sucedido entonces por el títere de los angloestadounidenses: Mohammad Reza Pahlavi. Este “sah” gobernó de forma autoritaria y déspota hasta el acaecimiento de la Revolución Islámica en febrero de 1979. Desde luego, durante todo este tiempo su acercamiento y las prerrogativas hacia las potencias occidentales le granjearon toda clase de críticas dentro de Irán y en los países árabes vecinos. El sah se dedicó a reprimir toda oposición a hierro y fuego sin piedad usando a la SAVAK (la policía secreta iraní). Y es en esta Irán que ardía como una olla de grillos donde surgieron personalidades como Ruhollag Jomeini, máximo cabecilla de la oposición. A pesar de que enfrentó persecución y un exilio, tras la citada revolución, Jomeini asumió como el nuevo mandatario de la República Islámica de Irán por la presión popular.

Empero, este acontecimiento no trajo paz al país puesto que, pese a que habían pasado casi treinta años, las acciones del gobierno estadounidense no se habían borrado de la mente de los iraníes. Este resentimiento se materializó en la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán por un grupo de jóvenes estudiantes, un hecho que se prolongó durante 444 días (entre 1979 a 1981) y que mantuvo al mundo al pie de una nueva guerra en la región. Pese a la presión internacional, el gobierno de Teherán ofreció su apoyo a los insurrectos, lo que trajo como consecuencia la ruptura de relaciones con Washington, algo que se prolonga hasta la actualidad. Pero la toma de la embajada no fue el único acontecimiento que mantuvo al mundo en vilo, ya que en 1980 estalló la guerra con Irak, gobernada en aquel entonces por Sadam Hussein (cuyo gobierno recibió el respaldo de Estados Unidos y gran parte de occidente durante la contienda que se prolongó por ocho largos años). El saldo: más de un millón de muertos entre militares y civiles de ambos bandos. Asimismo, en el transcurso del conflicto, se produce la fundación de Hezbolá (en 1985; si bien venía operando desde 1982 de modo informal), brazo político y militar libanés con fuerte respaldo de Irán en cuanto a entrenamiento, logística y equipamiento. Hoy en día, gran parte de las potencias occidentales e Israel, lo consideran como un movimiento terrorista. Conformado por chiítas (mayoría étnica musulmana) surge como una contra respuesta a la invasión judía de aquel entonces. Finalmente, en el año 1988, un buque estadounidense derribó un avión comercial iraní con casi 300 personas a bordo.

La Primera Guerra del Golfo contra Irak, si bien no alivió las relaciones entre ambos países, dio un respiro hasta el 2002, cuando el entonces presidente George W. Bush incluyó a Irán como parte del “eje del mal” debido a un hipotético plan nuclear con fines bélicos que Teherán ocultaba ante el mundo. No hubo intervención militar; empero, con la llegada de Trump al poder parece que las relaciones han dado un nuevo giro. En definitiva, y por todo lo narrado hasta aquí, no es complicado colegir que el asesinato de Soelimani no se trata de una acción fortuita. Es una respuesta contundente desde Washington a la postura siempre intransigente del gobierno iraní, que además ha respaldado a Rusia en Siria y que niega las condenas desde la ONU por presuntos actos de violación de Derechos Humanos, represión a minorías étnicas y la nula libertad de expresión entre sus habitantes. Entonces, ¿qué?; ¿habrá guerra? Pasaron las horas y los días y el presidente Trump, que parecía tener todas las intenciones de iniciar una escalada de hechos que desemboquen en algo más grosso, dio un paso atrás y abrió la posibilidad al diálogo. Esto, tampoco es fortuito, puesto que en noviembre del 2020 acaecerán las próximas elecciones presidenciales estadounidenses y está claro que no le es conveniente crear otra razón para reducir su popularidad. Recordemos que cuando George W. Bush enfrentó el (auto) atentado contra las Torres Gemelas y el inicio de la Segunda Guerra del Golfo, fue a inicios de su primer período. Algo muy estratégico, sin duda alguna.

Antes de finalizar, dejando en claro que desde este escritorio el suscrito desea cualquier cosa menos un conflicto armado, resolveremos la incógnita con la que iniciamos este artículo: ¿por qué murió Soelimani? Según la BBC de Londres y apelando al sentido común, un estratega de tal magnitud (que mantenía a raya a Al Qaeda y El Estado Islámico), tenía los días contados a causa de su genialidad castrense y su relativa buena popularidad. A eso se suma el ataque iraní a una base estadounidense en el último diciembre del 2019, los descontentos de la población con el gobierno de Teherán y ataques de musulmanes a la embajada estadounidense en Bagdad. Pese a que hemos intentado dejar claro los cabos sueltos en este epítome, aún son muchos los que se preguntan si el asesinato debió perpetrarse o no, en particular desde una perspectiva de conveniencia política antes que humana. Asimismo, el asesinato de Soelimani parece haber calado hondo en los corazones de los iraníes y despertado sentimientos patrióticos. En definitiva: perjudicó más a Washington de lo esperado. Recordemos que ya se han registrado dos ataques con misiles a bases estadounidenses (sin víctimas), así como el derribo de un avión comercial ucraniano en cielo iraní al, aparentemente, confundírsele con un ataque aéreo militar yanqui. Entonces, una vez más: ¿habrá guerra? Esperemos que no.

Chachapoyas, 13 de enero del 2020


Fuente de la imagen: http://bit.ly/36S4D6o

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lunes, 6 de enero de 2020

¿Qué le pasa a Sudamérica? Parte 1 (Mirando hacia los últimos meses del 2019)
enero 06, 20200 Comments



Quizá esa sea la pregunta que más nos hacemos los propios latinoamericanos. En efecto, si bien gran parte del mundo trata de analizar los acontecimientos y hechos de estos últimos meses que, como hogueras en pedido de auxilio se encienden en las diferentes capitales de nuestro continente, no cabe la menor duda de que somos nosotros, los protagonistas directos e indirectos, los primeros en interrogarnos acerca del por qué las grandes olas. No hace falta ser muy sabio ni manotear varios diarios o libros para hallar la respuesta. El origen único (cada quién puede llamarle como le plazca) de la violencia y las exigencias de estas mayorías está enraizado en la siempre asignatura pendiente de los países “en vías de desarrollo”: justicia social.

Ahora bien, el término parece demasiado macro para ser reducido al análisis de un artículo de opinión, pero es indispensable brindarle tal magnitud. Hace c. 200 años la mayoría de los países latinoamericanos comenzaron un proceso independentista que desembocó en el establecimiento de jóvenes e inmaduras repúblicas con frágiles democracias. Sin embargo, hasta la actualidad, y aunque resulte vergonzoso reconocerlo, las estructuras políticas, sociales y económicas de los países latinoamericanos se han adaptado a las circunstancias de los tiempos, pero escasas veces a las exigencias de los pueblos. Por consiguiente, a pesar de hallarnos ad portas de una nueva década (empieza en el 2021), la eternamente postergable solución a los problemas y reclamos de pueblos indígenas y las grandes mayorías, no ha encontrado eco en los gobiernos latinoamericanos; ni en los de la siempre negada y descarada “derecha”, ni en los bienintencionados regímenes de izquierda (que, vale la pena ser honestos, han llegado al poder en escasas ocasiones y rara vez se fueron por la puerta grande). 

Resumen de las exigencias tradicionales: mejores salarios que vayan con mejores puestos de trabajo; servicios básicos de calidad en materia de educación y salud (bibliotecas, colegios y hospitales); infraestructura para el desarrollo no solo destinada a las grandes corporaciones (carreteras, alumbrado público, etc.), competencia equitativa y justas para las microempresas y las trasnacionales, así como las nacionales y extranjeras; un uso adecuado del poder (un asunto que siempre da para conversar horas y horas con los amigos); la corrupción enquistada en la citada política y que parece ya un tumor sin posibilidad de extirparse (el bajo nivel de corrupción en Chile y Uruguay mostrado en los últimos años, así como los recientes hechos acaecidos en Perú-los últimos 2 años para ser sinceros-donde se combate a la clase política tradicional encarnada en, curiosamente, los partidos más populares de ese país; parecen ser la excepción); la incurable delincuencia; and so on. A esta prolongada y dilatada falta de soluciones para temas esenciales, debemos agregar otros tan complejos, relativamente nuevos y mucho más amenazantes en cuanto a consecuencias nefastas en la economía ciudadana, la conciencia colectiva y la identidad cultural; entre ellos tenemos: el narcotráfico, la tala ilegal, la minería ilícita, el terrorismo arcaico al estilo SL, la violencia exacerbada contra las mujeres y la respuesta más exacerbada de los grupos feministas, los escándalos de Odebretch, entre otros.

La chispa se encendió en Venezuela hace un par de años ya. Resultó no solo en una crisis dentro de su territorio sino en la migración regional más grande de la historia latinoamericana a otros países vecinos, con todo los beneficios y daños que esto involucra. A diferencia de otros países, el patético gobierno corrupto y necio dirigido primero por Chávez y luego por su “Robin” de turno, Maduro, llevó a un éxodo venezolano que se percibe en todo el orbe. Hace tan solo 20 años, Venezuela era un país bien posicionado, aunque ya se asomaban y cernían sobre su casta política (ya con Chávez en el poder), lo cual nos refleja que en ciertos casos hay que esperar para que la llama recorra toda la mecha y llegue a estallar la dinamita. Pese a ello, fue el 2019 cuando los conflictos se sucedieron unos a otros con una velocidad preocupante y pocas veces vista. Brasil, Ecuador, Argentina, Perú, Chile y Colombia.

La(s) razón(es), humildemente, se ha intentado sintetizar líneas más arriba. En sí, tras 200 años de injusticia social y de clases políticas enquistadas en el poder como si se tratase de una especie de simbiosis parasitaria del mundo social, el pueblo dijo basta. Si bien, no es la primera vez, el 2019 trae algunas características nuevas que vale la pena señalar:
  • Nunca se han producido hechos tan violentos, súbitos (es decir, no fue parte de una agenda como una huelga) ni sucesivos en la región.


  • Pese a la infaltable represión brutal de las fuerzas coercitivas del Estado, en esta ocasión no lograron amedrentar a las personas. Víctimas hay y seguirá habiendo lamentablemente. Pero, gracias a las tecnologías de la comunicación, hoy en día es posible obtener la información en tiempo récord, lo cual otorga una ventaja. Los “tuertos” chilenos, ciudadanos de a pie que manifiestan no arrepentirse de los reclamos; así como los indígenas bolivianos (todos héroes anónimos), jamás serán olvidados y son los estandartes de la lucha.


  • Tal parece que esta vez no se trata de si el gobierno es de derecha o de izquierda. El caso del izquierdista Evo Morales y la fascista ultra-conservadora (¿hacía falta agregarlo?) Jeanine Añez, parecen retratar la situación. El pueblo boliviano se tambalea y tira de la cuerda aquí y allá, pero no tolera la impunidad y la corrupción. No se trata de elegir bandos. Primero, se erigió contra Evo Morales, un personaje que, como indígena, se autoproclama salvador de estos. Sin embargo, su manipulación en las últimas elecciones fue la gota que derramó el vaso. Cuando Morales reaccionó era demasiado tarde: había perdido la fe de gran parte del pueblo boliviano. Intentó la represión (y es que a los que aman el poder se les olvida sus mandatos que los guiaron hasta él), pero las Fuerzas Armadas también se negaron a apoyarle y le sugirieron abandonar. Para algunos es suficiente para llamarle Golpe de Estado. Puede ser, pero solo fue un eufemismo propicio para cubrir su corrupción pues Almagro (representante en la OEA) no le apoyó en su descarado fraude ni tampoco la soldadesca. El pueblo esperó una transición sana, pero la renuncia de sucesivas autoridades condujo a Bolivia hasta la citada Añez. Y la historia se repite. Las masas, sea cual sea la facción que elija o apoye, se levanta, y eso es lo rescatable. Pero, en esta ocasión, hay que reconocerlo, no se yergue ante un régimen que representa a las mayorías (como el de Evo) ni caracterizado por su anti tradicionalismo, sino ante un fascismo andino nova mundo patético, que tiene en las sombras uno de los poderes no políticos, (pero que hacen política), más tradicionales y espeluznantes del mundo: las iglesias (eso da para otro artículo).


  • Perú. El país que me vio nacer al igual que a muchos de ustedes. Desde hace aproximadamente dos años, vivimos una verdadera revolución democrática que afecta los pilares de la tradicional clase política corrupta nacional. Curioso e irónico que esto haya empezado desde representantes (todos seres humanos sencillos, comunes y corrientes) del Poder Judicial, quizá uno de los más desprestigiados de nuestra historia. ¿Nombres? Richard Concepción Carhuancho, Rafael Vela y Domingo Pérez Luna, estos dos últimos encargados de llevar a adelante el caso LavaJato en Perú (que tiene su raíz más profunda en Brasil, 2014), Por primera vez, en la historia republicana, los peruanos son testigos de ver la condena a sus principales exlíderes políticos y sus respectivas organizaciones. Resultados: uno con pedido de extradición, otro muerto por mano propia al entender que sus anticuadas mentiras tenían patas cortas, un par más con prisión preventiva. Empero, me quedó con una máxima: el desprestigio total de los partidos y clases políticas tradicionales. A pesar de que las funciones desde el Poder Judicial y sus representantes mencionados no han sido perfectas, debemos comprender que se trata de un hito en nuestra historia. ¿Será esta la ocasión para decir que aprendimos la lección o solo es un break orientado por juventudes rebeldes y personas con un acceso más rápido a la información? Es una chance antológica para ser un ejemplo en la región y ya se han recibido los primeros elogios. No obstante, de nada servirán estos avances si en un futuro de mediano plazo no se presentan alternativas políticas respetables con una preparación exhaustiva y madura. Y, en nosotros, también representa mantener y preservar cierta madurez política, de esa manera se podrá salir del abismo. Solo el tiempo hablará, aquel gran sabio que pone a cada rey en su trono y cada payaso en su circo.
  • Finalmente, llegamos a Colombia, un país que hacía las últimas semanas del 2019, se contagió del espíritu rebelde y reclamón de sus pares latinoamericanos. Los pedidos eran los mismos o similares: desde justicia a las violaciones contra líderes indígenas o poblaciones vulnerables (vale la pena aquí mencionar el caso de las 8 niñas desaparecidas), más presupuesto para la educación, el aparente retroceso del actual gobierno de Iván Duque (pro-Uribe) en los arreglos de la paz con las FARC, el narcotráfico, la tala ilegal y otros problemas relacionado a fenómenos ilícitos, reformas laborales inadecuadas, muerte de líderes sociales…etc.


El 2020 acaba de empezar y esperemos que esta ola de reclamos por parte de las masas sudamericanas (pocas veces visto de un modo tan súbito, continuo y ciertamente exitoso en los últimos quinquenios), no quedé en el olvido o la simple anécdota. Que sea el principio para un cambio verdadero cuando queda menos de un año para iniciar la tercera década del siglo XXI. 


Chachapoyas, 6 de enero del 2020.

Fuente de la imagen: http://bit.ly/306sWen

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domingo, 3 de noviembre de 2019

LOS PINGÜINOS OTRA VEZ
noviembre 03, 20190 Comments

Por: Jherson Bustamante



Chile, el paraíso neoliberal, el paradigma económico que nos vendían a cada momento; está pasando por días aciagos: un estallido social que se ha convertido en una de las peores crisis desde el fin de la dictadura y una oportunidad para desenmascarar la farsa del modelo económico a seguir.

Para los que nos hemos involucrado desde nuestra temprana edad en la actividad política, de alguna manera, hemos encontrado como paradigma a esa pléyade de jóvenes que hicieron temblar el establishment y lo cambiaron, verbigracia, el mayo francés del 68′. Fue ahí cuando jóvenes como Daniel Cohn-Bendit, Alain Geismar, Gilles Tautin, Georges Séguy y otros, iniciaron un levantamiento estudiantil donde, días después, se unirían cerca de 10 millones de trabajadores, motivados por la infelicidad que les provocaba el modelo. El resultado es otro cantar. En nuestro continente, tuvimos a un joven médico y un joven abogado que se trajeron abajo a una dictadura.

Años después, hemos estado viendo dichas etapas de la historia con ojos nostálgicos, pues, nuestros coetáneos, lejos de ser referentes, son personas indiferentes, cegadas por el individualismo, por el egoísmo, apolíticos, son -o somos- la negación de lo que significa ser joven. Claro, no podemos negar las esporádicas luchas que lograron unir a los jóvenes en son de reclamar reivindicaciones inmediatas; sin embargo, no hemos sabido capitalizar esa unidad e ir por más, como está sucediendo en Chile.

Líneas atrás dije <<hemos>>, porque a la fecha, escolares en Chile –como en la revolución de los pingüinos del 2006- han iniciado un estallido social que ha llevado a desenmascarar toda la farsa del modelo político, social y económico que, a ojos de muchos, nos ha venido mostrando que es capaz de cambiar las calamidades por una sociedad en donde no se hable de desigualdad, por el contrario, se hable de estabilidad o para ser más románticos: de "un oasis en la región". ¡Vaya vicisitudes de la vida, resultó más rapaz, donde lo único importante son las ganancias y no la calidad de vida de los chilenos! El génesis de todo esto ha comenzado hace más de 30 años; pero, es recién ahora que, con la masiva evasión de pasajes en la estación del metro por el alza de precios, se ha prendido la chispa que ha empezado a incendiar la pradera.

Escolares que no superan los 16 años, nos han abierto la esperanza de una juventud que afronta con gallardía las complicaciones de todo el entramado social, una juventud que es capaz de indignarse por los problemas sociales, una juventud capaz de vencer al miedo y lozana; todo lo contrario a lo que el sistema quiere que seamos. El levantamiento escolar, hoy, es una cachetada para los que no queremos y no hemos podido ser la pesadilla de la injusticia, y también es un llamado a ser el presente, a ser el escollo de la corrupción, de las malas prácticas de los gobernantes; de ser alternativa al continuismo Una sola juventud capaz de construir nuestro propio mayo francés u octubre chileno. En fin, en términos del presidente Allende, es un llamado a ser jóvenes nuevamente...

Chachapoyas, 3 de noviembre del 2019

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domingo, 14 de julio de 2019

EL DESTINO DE NUESTROS RÍOS
julio 14, 20190 Comments


Por: Jherson Bustamante

Los ríos en nuestra Amazonia constituyen un elemento de vital importancia para los pueblos indígenas que viven a sus orillas. Incluso antes de la instauración de la república criolla, se erigían como la principal fuente de alimentos y de vida. Sin embargo, también han sido objeto de innumerables luchas, atrocidades, sepultura de sueños...Las razones son muchas: desde aspectos culturales hasta sustento económico. Sin embargo, a pesar de todo, se han mantenido vivos, salvajes, indomables, siempre amigos de los que los que lo rodean, de los que lo cuidan.

Como es sabido, los ríos son –las únicas– vías de comunicación que une distintos lugares de la Amazonia, permitiendo la salida de productos locales y asegurando la subsistencia de muchos con el comercio. No obstante, existe un gran riesgo cuando el caudal fluvial disminuye, pues las grandes embarcaciones encallan debido a la poca profundidad, entorpeciendo todo tráfico e intercambio. Ante esta situación, el Estado ha planteado una posible “solución” denominada la Hidrovía Amazónica. Durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski se concesionó a Cohidro (alianza de la empresa china Sinohydro corporation y CASA – Construcción y Administración S.A) la construcción de la hidrovía amazónica que comprende el dragado de los ríos Marañón y Amazonas, tramo Saramiriza – Iquitos – Santa Rosa; río Huallaga, tramo Yurimaguas – Confluencia con el río Marañón; río Ucayali, tramo Pucallpa – confluencia con el río Marañón, con una inversión de US$ 94.7 millones. El tiempo de la adjudicación del proyecto es de 20 años. La finalidad es, como ya lo anticipé líneas arriba, habilitar los ríos, para que sea posible que embarcaciones de gran tamaño naveguen por ellos en una zona geográfica en la que la construcción de carreteras es complicada.

Para ir entendiendo un poco más el tema, voy a hacer una sucinta aclaración sin perder el hilo: el denominado dragado es una actividad que consiste en extraer arena, barro y/o piedras del fondo de un río para ganar profundidad y convertirlo en apto para la navegación navegable. El estimado de ancho sería un mínimo de 50 metros. Para el entonces Ministro de Transportes y Comunicaciones, Bruno Giuffra, este proyecto, es un “gran paso para la Amazonía. El plan debe entenderse como la hidroconexión amazónica por las oportunidades que esto va a suponer para el desarrollo de los pueblos”. Pero, como reza aquel viejo refrán popular, del dicho al hecho hay mucho trecho. Veamos el porqué.

Un discurso bonito cargado de mentiras

Nuestros pueblos amazónicos, eternamente olvidados y socialmente segregados, han sabido afrontar los embates de nuestros gobernantes, que, cuando se acuerdan, quieren imponer su aparente desarrollo a cualquier costo (ejemplo de ello es la remembranza del “baguazo”). Para nuestros gobernantes, desarrollo significa la entrega desmesurada de nuestros recursos naturales a cambio de migajas, de daños irreversibles ocasionados a la naturaleza. Para entender de lo que hablo, solo basta darse una vuelta por Cerro de Pasco o Cajamarca. En cambio, para los pueblos originarios de la Amazonia, desarrollo implica todo lo contrario. Tiene que ver con incrementar su calidad de vida sin dañar la naturaleza que los rodea, ya que esta es su principal fuente de subsistencia. La forma de ver el mundo (en otras palabras su cosmovisión), siempre ha sido distinta y he ahí el conflicto.

Para el proyecto de la hidrovía, se hizo la consulta previa, en la cual se llegaron a 60 acuerdos que contempla la inclusión de los sabios en la elaboración del estudio de impacto ambiental detallado; sin embargo, como denuncia la organización Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), “la transparencia en la información y el enfoque intercultural para un buen proceso de participación ciudadana no se han visto reflejados en el desarrollo del EIA-d”, a pesar del carácter obligatorio según nuestra legislación nacional y los convenios suscritos (Ley Nº 29785, Convenio 169 OIT). Asimismo, otra justificación alrededor de la mentada hidrovía es la posible generación de empleo, como se mencionó en el taller de noviembre del pasado año; empero, ningún indígena profesional formó parte de las brigadas de campo. Para el trabajo realizado en los ríos, solo se requirieron un poco más de 500 locales, de los cuales 28 provenían de comunidades nativas.

El impacto

El Perú parece una fábrica de conflictos. Al inicio del 2019, la Defensoría del Pueblo dio a conocer que existen 183 conflictos, de los cuales, 135 están activos y 48 latentes. La apertura de la hidrovía amazónica no es ajena a esta luctuosa realidad. En efecto, la principal vía para la construcción es el dragado. Esto afectaría gravemente la red trófica y reproductiva de los peces, principal fuente proteínica para la seguridad alimentaria de las comunidades. Comparten esta preocupación las organizaciones como Wildlife Conservation Society, cuyos voceros sostienen que la mortalidad de huevos, larvas y peces juveniles es inminente; además de la perturbación de zonas de desove y alimentación. Esto ha generado que las comunidades de influencia directa se opongan al dragado de los ríos. El Estado, por su parte, no va a dar marcha atrás porque jamás ha sabido tomar en cuenta la voluntad de los que se sienten afectados. ¿A caso esperan otro Baguazo?

El pasado 20 de mayo, SENACE admitió a evaluación el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto Hidrovía Amazónica. Un dato que no podemos dejar pasar, ya que ha sido rechazado una vez. Como vemos, el destino de nuestros ríos está en juego y al parecer hay una despreocupación generalizada. La afectación a la selva peruana es latente, pero nadie le toma importancia. La dieta y salud de las comunidades indígenas puede ser gravemente afectada, pero el debate son los mandiles rosados.

Chachapoyas, 14 de julio del 2019

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HABLEMOS DE LA POSVERDAD
julio 14, 20190 Comments


Por: Jherson Bustamante

En este último decenio de los inicios del siglo XXI, se han suscitado cambios que han revolucionado nuestras vidas: la forma de comunicarnos se ha vuelto más fácil y la forma de informarnos ha dejado de ser el privilegio de pocas personas; incluso, hay redes sociales que nos ofrecen acceso gratuito. Empero, no todo es color de rosa, pues también ha traído consecuencias terribles. Las consecuencias son a nivel personal y social: en el primero, los medios de comunicaciones, masivos e interpersonales, han convertido a las personas en seres frívolos, egoístas, superfluos, sin capacidad de solidarizarse, desorientados y mal informados. Y así nacen lo ávidos lectores de las Fake News. 

En los últimos meses, hemos sido testigos de los actos más nauseabundos de los medios de comunicación nacional y extranjeros: la manipulación masiva tratando de justificar una injerencia extranjera en Venezuela, alegando actos terroristas, mintiendo.  Solo para citar un ejemplo de los muchos, es el caso del camión con ayuda humanitaria quemado supuestamente por las Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Tal noticia, fue repetido por medios de comunicación nacional y mundial; los lectores  inmediatamente lapidaron, en los comentarios, al Presidente Maduro, a pesar que había evidencia de que no fue tal institución la causante del incidente.  Pasaron semanas para admitir, a partir de una investigación del The New York Times, que el camión fue incinerado por una bomba molotov de la oposición que estaba situada en el puente del lado colombiano. Otras de las mentiras sacadas a la luz fue que, en el contenido de la ayuda humanitaria, no había medicamentos.

Claro, tal evento, ocupó por varios días las noticias. Una coartada inmejorable para olvidarse de la situación infausta por la que viene atravesando nuestro país: desastres ambientales, protestas sociales, falta de infraestructura para el inicio del año escolar, cambio climático, corrupción, etcétera, etcétera. Todos alicientes que, en cierta medida, son a la vez promotores de la xenofobia contra los venezolanos inmigrantes que viven en el Perú en la actualidad. 

Los peruanos, nos servimos, degustamos muy placenteramente de tremendas mentiras, y no solo degustamos, lo compartimos y hacemos de las mentiras, verdades. Ya nos estamos acostumbrando a aflorar ser uno de los países más ignorantes del mundo, y si seguimos así, tristemente estaremos en el podio. Ese es el itinerario de los medios de comunicación. Son criminales, porque se niegan a decir la verdad, diría Bertolt Brecht, y desgraciadamente son ellos los que van generando la opinión pública. La tarea para ser frente a esta situación es titánica, pero no imposible… Leer, investigar, difundir, debe ser el derrotero para dejar de ser simple receptores o títeres que pensemos como ellos quieren.

Chachapoyas, 14 de julio del 2019
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