marzo 17, 2017
BY Revista Cahuide0
Comments
Por: Tupamaru Olaya
Hace poco más de un año, Leonardo Di Caprio, uno de los actores más destacados de los últimos tiempos, se hizo con el Oscar a mejor actor principal. Desde luego, las críticas positivas y negativas no se hicieron esperar. Por un lado, era un galardón que se merecía por múltiples trabajos memorables como los que se vieron en Diamantes de sangre, Los infiltrados y El lobo de Wall Street. Aunque, siendo justos, El renacido no ha sido ni de lejos su película más popular; tanto por la trama como por su misma actuación. Sin embargo, no vine aquí a hablar de la carrera profesional del actor. El saco me queda (al menos por ahora) muy grande como para aspirar a ser un crítico de cine.
Quizá, lo que más llamó la atención de aquella gala fue que un sereno (y para qué negarlo muy preparado, pues acaso ya era obvia toda la campaña que se generó a su favor para que le den el Oscar) muchacho rubio pidió al mundo reflexionar acerca del cambio climático y respetar a las diversas poblaciones del mundo. Era casi el mismo guion visto en los Globos de Oro. Ha transcurrido más de un año y aún rememoro sus palabras con cierta melancolía y emoción. No por el nombre del hombre, sino por la posición que ocupa en el mundo artístico y la influencia que esto significa. Si Di Caprio habría nacido en el Perú, no solo le habría sido imposible desarrollar la carrera que ahora tiene, sino que habría sido tan marginado y estigmatizado como algunos locales (ahí tienen a Mónica Sánchez, blanco preferido de Mariátegui y el, ahora soldado caído, Butters).
En estos momentos, se me viene a la mente también parte de su discurso hecho un meme y que citaré a continuación:
“El cambio climático es real y está ocurriendo ahora mismo; es la amenaza más urgente que afronta nuestra especie. Debemos apoyar a los líderes de todo el mundo y luchar por los indígenas, la gente sin privilegios y la gente sin voz”.
Más o menos eso fue lo que dijo. La verdad, no es relevante entrar en detalles. Rojete, terruco, antiminero, tirapiedras y algunas otras cosas más le habrían dicho algunos grandes exponentes (¡ja!, sí claro) de la prensa local, si Perú hubiese sido su tierra de origen. Ni siquiera ser blanco, rubio y de ojos claros le ayudaría. A lo mucho pasaría a ser un peruano con aspecto de pituquito, sonso que no sabe lo que dice. Metido a izquierdista sin ser hombre de color cobrizo (¿No es así, Alan García?).
Lima, 17 de marzo del 2017