febrero 2019 - Revista Cahuide

viernes, 22 de febrero de 2019

ENTRE EL ESCÁNDALO, LA HIPOCRESÍA Y LA CORRUPCIÓN DE UNA REGIÓN
febrero 22, 20190 Comments

Por: Tupamaru Olaya

A inicios del 2019, muchos amazonenses alzaron sus voces indignados cuando las fotografías de un hombre posando desnudo frente a la fortaleza de Kuélap empezaron a circular en las redes sociales. Su nombre, Richard Torres. En lo personal, poco me importa su excéntrica y conocida personalidad, tampoco a qué se dedica o de qué se disfraza. En realidad, preferí dedicar tiempo a analizar y comparar este hecho, insignificante a todas luces, si se le contrasta con los grandes problemas y pendientes que atraviesa la región. Así como la breve, aunque fuerte, atención que suscitó. Es típico y ordinario molestarnos o indignarnos por cosas llamativas e intrascendentes y por ello Richard obtuvo un rotundo triunfo: muchos pisaron el palito, mordieron el anzuelo.

Como buenos pueblos en desarrollo, tenemos problemas y no avanzamos. Nos ahogamos en ellos. Nos mortifica ver un trasero desnudo y clamamos a los cuatro vientos que se ha mancillado el honor regional, de nuestros antepasados, de la tierra. Empero, no protestamos ante la prostitución de menores de edad, trata de personas y la creciente minería ilegal en Condorcanqui y que está conduciendo a Amazonas hacia costas rocosas que podrían desembocar en un Madre de Dios norteña. Vinculado a lo anterior, es la carencia de infraestructura médica en las provincias septentrionales, donde, en ocasiones, se debe viajar horas para llegar a un puesto de salud, situación que ha convertido a esta zona del Perú en uno de los principales focos con VIH, cuya población infectada, no recibe un tratamiento adecuado o, sencillamente, le parece quimérico hacer una travesía para curarse de un mal que pocos indígenas amazónicos parecen comprender (falta de talleres de capacitación sobre la enfermedad, ¿les suena?).

Tampoco nos indignamos ante la carencia de infraestructura en carreteras en Luya ni el tráfico de látex de amapola para crear heroína en caseríos o centros poblados de Rodríguez de Mendoza y que salen en lindas avionetas a vista y paciencia de los locales. Nunca alzamos nuestra voz ante el peligro que corren las especies endémicas en flora y fauna debido al avance poblacional (sea rural o urbano) en Bongará. Y, a menos que el camión de basura no pase varios días por mi casa, tampoco nos importa a dónde va esta y si la ciudad no tiene un sistema de eliminación de desechos adecuado. Ya hay más de 120 mil en Chachapoyas…y vienen más.

A eso hay que sumarle las protestas indígenas contra las trasnacionales extractivas (¿te suena el Baguazo?), la tala ilegal en aumento, la contaminación generalizada, el deterioro de los suelos, el incremento de la delincuencia, la corrupción anidada gracias al “amiguismo” bien pagado en la sede del Poder Judicial local, los favoritismos en puestos del Estado, los desastres naturales causados en tiempos de lluvias, etc.; sin embargo, tampoco he escuchado protestas, marchas o críticas constructivas.  Mucho menos soluciones.

En las últimas semanas, la emblemática Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza afrontó problemas de corrupción y disputa de poder que llevaron a muchos a contratar fuerzas de choque, como si de enfrentamientos entre barras bravas se tratase. Bien sabemos que en un trono nunca caben dos. Después de todo, más allá de un pariente o amigo joven que asiste a clases, nada nos une a la institución. Y si alguna vez escuché de sobornos que los profesores exigían para que mi hijo pase el curso, les dábamos el dinero sin dilaciones, ¿cierto? Total, una mentirita en contra de la propia identidad moral, no es nada. Ya habrá tiempo y otras experiencias donde enseñarles grandes principios a nuestros pupilos.

Son solo algunos asuntos que urgen solucionar en la región y que mi cansada mente apenas alcanza a enarbolar por ahora. Sin duda alguna, todos más importantes que un peruano desnudo frente a una zona arqueológica. Y, que ironía, precisamente lo hizo con miras a despertar la crítica por otro gran asuntito pendiente: los pueblos abandonados a su suerte tras la construcción de un teleférico que tiene un servicio que deja mucho que desear y que, además, nos obliga a volver el mismo día sin disfrutar del encanto verdadero de Kuélap y los alrededores. Son un par de quinquenios de concesión, así que, a respirar tranquilos. Por cierto, ¿alguien sabe si ya inauguraron la nueva Plaza de Armas de Chachapoyas?

Ciudad de México, 22 de febrero del 2019
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